Jump to content

La fuerza de la sonrisa
Todos los días  mi vida comienza con una rutina, claro, todos tenemos rutinas diarias…
Suena el despertador, un nuevo día a llegado, me desperezo, estiro mi cuerpo instintivamente antes de salir de la cama, comienza mi higiene matinal, desayuno y a la calle, previamente bolso preparado, tomo mi bicicleta y a enfrentar el transito porteño. Se hace duro y tedioso el manejo en la ciudad, los bocinazos, las frenadas imprevistas, los semáforos, los peatones que se cruzan sin mirar, los colectivos y su lento andar, con sus caños de escape molestos, los pasajeros de los taxis que abren sus puertas sin mirar, entre tantas situaciones que se repiten una y otra vez, y entre tanto stress, yo. Intentando no descolgar de mi postura y respiración, pedaleando sin cesar para llegar a destino, sana y salva.
Con el tiempo fui corrigiendo errores, cada situación molesta, estresante o desafortunada que me sacaba de mi atención. Mi objetivo técnico y respiratorio se veía entorpecido frente a determinadas situaciones, eso provocaba un cambio energético tanto a nivel fisico por cortar mi respiración nasal, como mental  cuando mi situación de placer se desmoronaba haciendo un cambio en mi expresión facial.
Una situación que quiero contarles que abrió mi mente, en esa ruta diaria que hago unas 4 veces al día, es el enfrentamiento de un puente, el puente de avenida San Martin en paternal. Cada vez que me enfrentaba a dicho puente, fruncía el ceño, y soltaba mi lengua cortando mi ritmo respiratorio, ese puente representaba mayor esfuerzo, y mi cuerpo en lugar de relajarse para cargarme de mayor energía, reaccionaba contrariamente, me retraía, e incluso he usado una pastillita de menta, la cual suelo llevarla quieta con el apoyo de la lengua hacia el paladar, y frente a semejante desafío, sin pensarlo, la mordía. Fui corrigiendo ese acto y nace allí una frase que me decía y sigo diciéndome habitualmente, y es, PONGO UNA SONRISA, Y EMPIEZO A RESPIRAR…
Al principio eso me causaba gracia y la sonrisa comenzaba a fluir, permitiéndome cargar  energía positiva. La diferencia de pedalear sonriente a enojada, era enorme. Me ocasiona menos cansancio, y esa buena vibra es la que descargo en cada clase a la cual llego, alegre y feliz, para poder contagiarla y con ella mi postura y mi uso respiratorio.
Quiero destacar que para hacer más fuerza y sostenerla, el estado sonriente me permite seguir sin abandonar mi atención, que nada por más molesto que sea me saque de mi estado de felicidad…
Alguna vez alguien  me dijo si el problema tiene solución para que preocuparse, y si no lo tiene tampoco!
No hay que preocuparse, sino ocuparse.
Muy lógica esta frase y es mi lema en mi vida, tomar las cosas con calma, que no me desborde la situación y poder mantener el control. Así se puede seguir adelante, un cambio en la postura, en los apoyos, un estiramiento justo cuando el cuerpo lo pide, hidratación si el cansancio no me permite retomar el ritmo respiratorio, o me cuesta focalizar la atención, o si físicamente comienzan las molestias.
La energía se gradúa, arranco el día sabiendo cuando hare más  fuerza y cuando descansare, cuando tengo cambios sobre la marcha es difícil estabilizar la carga energética, uno se programa, pone inicios y finales para poder dosificar.
Qué hacer cuando una situación me desborda, cambiando mi estado de calma…
La respuesta es volver a conectar con el placer, si, así de simple. Un cambio en la música si es que la hay, un sabor agradable, un aroma, o cualquier cambio sensorial  es bueno para volver a disfrutar, está en uno sostener este estado, si el pensamiento negativo vuelve sin dar lugar al bienestar, entonces ha llegado el momento de descansar.
Otra anécdota que quiero acercarles…
Descansaba después de largas horas frente a la computadora con mi prima en el último día de un pequeño viaje que hicimos para concluir el trabajo de dicho libro en cuestión… cuando por la ventana de la habitación del hostel en el cual nos hospedábamos, se escucha… “chicas vamos a la playa! El día está lindo!” entre sueños me despierto mufada, y contesto “con quien te pensas que estás hablando” el  muchacho inoportuno se disculpa y se va, pero mi energía arranca a fluir negativamente en mí, y aun no había amanecido, envuelta en mi cansancio y mal humor, sabía que debía conectarme con el placer para sacar esa sensación de malestar, fue así que baje al comedor a darme un gusto y desayune un rico café con leche con medialunas, jaja! si señores, me conecte con el placer que más anhela mi gorda interior… solo debía ser consciente de ese placer que estaba permitiéndome para que ese mal despertar no estropeara mi último día en la ciudad playera. Así  fue como todo paso a ser una anécdota, solo en pocos minutos. Está en uno conectarse con el placer o con aquello que nos incomoda.
La pregunta que debemos hacernos es como está fluyendo en mí la energía y como quiero hacerla fluir.
Situaciones como esta en la vida tenemos miles, ahora quisiera contarles un cuentito Sem que alguna vez leí y que me ha servido de gran ayuda y del cual mucho he aprendido.
Estaban 2 monjes por cruzar un rio cuando se acerca una mujer y les pide si podían ayudarla a cruzar ya que ella no sabía nadar, uno  de los monjes la carga y la deja del otro lado del rio. Una vez allí la mujer agradece y sigue su camino, mientras que el otro monje horrorizado no dejaba de cuestionar al monje que la había cargado, y este le responde, “yo he cargado la mujer, pero la he dejado junto al rio, mientras que tú aun la llevas encima sin haberla tocado”.